#Opinión | Datos inconsistentes, riesgos crecientes: El reto de las inversiones sostenibles 

La inversión sostenible ha experimentado un crecimiento significativo, particularmente, con la adopción de los criterios ambientales, sociales y de gobernanza

Por María Camila Bernal, Vice President Sustainable Finance and ESG Analysis and Advisory Hispanic Latam at BNP Paribas. 

En los últimos años, la inversión sostenible ha experimentado un crecimiento significativo, particularmente, con la adopción de los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) que han pasado de ser una tendencia a crecer un 20% desde 2020 en los mercados fuera de los estados unidos, según la Alianza Mundial de Inversión Sostenible1. En este contexto, los inversores no solo buscan rentabilidad, sino también generar un impacto positivo en el entorno tomando decisiones informadas. Sin embargo, existen obstáculos significativos que impiden que estas estrategias se adopten de manera más amplia, siendo la calidad y consistencia de los datos ESG uno de los principales problemas. 

Lo ideal sería que los inversores contaran con información clara y precisa para tomar decisiones bien informadas. Pero la realidad es que, los datos actuales suelen ser fragmentados e inconsistentes. De hecho, en nuestra Encuesta Global ESG 2023, el 71% de los inversores mencionó que la falta de datos confiables es uno de los mayores desafíos para avanzar en la inversión sostenible2. Este problema no solo dificulta evaluar adecuadamente los riesgos y oportunidades, sino que además puede aumentar el riesgo financiero para quienes buscan alinear sus carteras con criterios de sostenibilidad. 

A lo anterior se suma la inconsistencia entre las metodologías y enfoques de los diferentes proveedores de datos ESG, lo que genera una barrera más. Limitando así la adopción de prácticas ESG. Para contrarrestar esto, un 65% de los inversores ha optado por recurrir a múltiples fuentes de información con el fin de comparar y validar los datos. Si bien esta práctica mejora la calidad de sus análisis, también aumenta los costos operativos y añade complejidad, lo que puede desincentivar este tipo de inversiones.  

Afortunadamente, la regulación está comenzando a abordar este problema. Un ejemplo claro es el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea, que exige a las empresas proporcionar información más precisa y transparente sobre sus prácticas ESG. Esta medida no solo beneficia a los inversores, sino que también establece un estándar global que podría impulsar cambios significativos a nivel mundial. 

Sin embargo, no podemos perder de vista los retos que enfrentan los mercados emergentes, donde el acceso a datos ESG sigue siendo limitado. En países como Colombia, la falta de información clara y confiable es un desafío adicional para los inversores. Esto no solo frena la inversión sostenible en estos países, sino que también limita el acceso a capital para proyectos que podrían generar un impacto social y ambiental positivo. 

Es fundamental que los mercados emergentes no queden rezagados en esta transición hacia la sostenibilidad. Para lograrlo, tanto los gobiernos como las instituciones financieras deben trabajar en conjunto para mejorar la transparencia, consistencia y disponibilidad de datos ESG. Solo así se podrá garantizar que los beneficios de la inversión sostenible se extiendan a nivel global, fomentando un desarrollo más equitativo y sustentable. 

En resumen, aunque se ha avanzado en la adopción de criterios ESG, aún queda garantizar que los datos sean comparables y consistentes. Los esfuerzos regulatorios y el compromiso de los inversores son vitales, pero la verdadera clave para avanzar hacia un desarrollo sostenible a largo plazo será mejorar los estándares globales de calidad en los datos ESG. 

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