Como co fundador del tanque de pensamiento y de acción Libertank, ha despertado una gran preocupación en mi ejercicio diario, la manera en que nos hemos dejado usurpar conceptos como el de Empresario. Parece que las nuevas formas y eufemismos tienen el objetivo de hacer ver al empresario como un ser despreciable, lejano, cómodo e interesado únicamente por su bienestar y sus estados financieros. Este relato ha ganado terreno y con él, el objetivo de construir muros polarizantes blindados por el odio para lograr abonar el terreno de los populismos que hoy nos preocupan.
Hace unos días, me encontraba hablando con un empresario sobre la coyuntura actual de Colombia. Su consejo fue el siguiente: “Tenemos que cambiar el nombre de empresario por el de emprendedor, porque llamarle a alguien empresario en esta época es ponerle una carga negativa”. Es pues esta la razón de este artículo, retomar las batallas casi anónimas del lenguaje.
“El nombre sobrevenido, que no corresponde con lo que es, no deja ver la cosa porque la sobrescribe y la desplaza a un contexto en el que su verdadero sentido queda ocultado por la manera.
Las perversiones de sentido cambian y suplantan la realidad. Pervertere significa volver del revés, volcar o desordenar y así cuando el nombre pervierte la realidad queda puesta del revés y lo justo parece injusto.
No llamar a las cosas por su nombre es hacerlas invisibles, ocultarlas y desposeerlas de la posibilidad de enmendarlas. Si un nombre designa una cosa y al signarla la sitúa en un marco de sentido de una comunidad lingüística, cuando el nombre no es el adecuado se produce un sesgo cognitivo que acalla lo que realmente sucede”. Ana Carrasco Conde
¿Quién nos dijo que empresario es solo aquel que tiene más de 3?00 empleados y es “rico”? ¿No era empresario entonces Jose Maria Acevedo el hoy creador y dueño de Haceb, cuando arreglaba Licuadoras en su barrio? ¿O Jeff Besos hoy dueño de Amazon, cuando inició sus travesías empresariales en el garaje de su casa? O Disney, o Apple y un sinnúmero de casos de empresas que iniciaron en las esquinas de sus barrios. Colombia está llena de grandes empresarios, tenderos, peluqueros, taxistas, vendedores de perros calientes en las esquinas de nuestra ciudad, artistas, deportistas, escritores y muchos más. Ellos son el futuro de un país en donde más del 93% de las empresas son pequeñas. Como dice el gran economista argentino, Alberto Benegas Lynch, “al ingenio del empresario le debemos los alimentos, los medicamentos, los transportes aéreos, marítimos y terrestres, los computadores, los progresos en la cibernética, las comunicaciones, los libros, el teatro, los diques y represas, las tiendas, los comercios, la vestimenta, la refrigeración, los muebles, la edificación y prácticamente todo lo que nos rodea”. Al ingenio del empresario le debemos hoy la vacuna contra el Covid-19 en tiempo récord.
Demos la batalla del lenguaje, no solo con discusiones semánticas, sino también con acciones. Trabajemos en humanizar de forma espontánea y no obligada, al sector productivo, a las empresas de todos los tamaños, a los ciudadanos. Tal vez muchas respuestas a las problemáticas actuales de pobreza están sobre los hombros de una conciencia social más amplia y natural, menos coercitiva, menos postiza e impositiva. Porque a muchos que tienden a criticar el capitalismo habría que decirles que sin duda alguna el capitalismo es consciente o no es capitalismo, y la consciencia es una cualidad que se le otorga a los seres humanos. Por lo tanto, la filosofía y el discurso de una empresa, un sistema o una institución consciente, no tiene fundamento si su composición principal no recae sobre seres humanos efectivamente conscientes.
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Para concluir, vale la pena resaltar la favorabilidad histórica de los empresarios en Colombia. Desde el 2014 no obteníamos un puntaje de 62% de imagen positiva. Esto tiene mucho que ver, no solo con el trabajo impecable de las empresas en medio de una de las crisis económicas más devastadoras de nuestra historia, sino también con el uso del lenguaje y el cambio suscitado por el tanque de pensamiento y acción libertank en algunas encuestadoras, que se tradujo en dejar de preguntar por la “clase empresarial” para preguntar ahora por los empresarios.
Defender a las empresas es también defender las instituciones y la democracia.