El estadio Nemesio Camacho El Campín se alista para tener un megaproyecto de renovación, que promete revolucionar los eventos deportivos, culturales y de recreación en Bogotá.
El Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) busca que El Campín se vuelva uno de los mejores estadios en Latinoamérica con techo retráctil, capacidad para 45.000 espectadores, restaurantes, entre otras comodidades para ser un complejo cultural y deportivo.
El megaproyecto de El Campín se realizará por medio de una asociación público – privada (APP), que espera ser contratada hacia finales de 2023 o inicios de 2024.
Cada tribuna será demolida y construida nuevamente, para que los eventos deportivos programados durante la etapa de construcción no se detengan y así, el estadio pueda seguir funcionando.
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, explicó que en total serán $2,4 billones los utilizados para ejecutar este megaproyecto donde se espera, además, contar con un hotel, centro comercial y un auditorio para la Filarmónica de Bogotá con capacidad para 2.300 asistentes.
Valora Analitik habló con Javier Suárez, subdirector técnico de Parques del IDRD para conocer los detalles del proyecto a profundidad.
¿Cómo el IDRD desea implementar este megaproyecto de El Campín en Bogotá?
Durante cuatro años hemos hecho una estructuración, del proyecto que tiene que ver con hasta donde vamos, hasta donde aguanta la plata para generar la mejor infraestructura en ese polígono del Campín, que es donde el originador (el inversor privado) es quién presenta el proyecto para buscar uno cada vez más complejo.
La primera radicación del proyecto que se presentó era algo tipo Movistar, o sea, una especie de acondicionamiento arquitectónico del Campín, una renovación, solamente para el estadio.
Y lo que hay por sentarnos a conciliar y buscar el mejor beneficio para la ciudad que fuera a seguir siendo de interés para las empresas, es un proyecto mucho más complejo, donde está un estadio totalmente nuevo, de condiciones FIFA, un auditorio para la música especializada, para la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
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Además, tres edificios de innovación y comercio alrededor del deporte, la actividad física y hotel, el comercio y zonas de urbanismo, para garantiza que haya circulación, que la gente vaya a la zona ya que actualmente es deprimida.
En ese orden de ideas, ¿qué se va a ejecutar primero?
Lo primero es el estudio, los diseños, licencias, etcétera. Luego empieza el estadio, la construcción de este que son dos años. Lo importante es que logramos llegar a un método constructivo en donde hay un recinto de fútbol totalmente nuevo en donde se tumba cada tribuna.
Se empieza por occidental, se tumba la tribuna, se vuelve a montar y todo esto es para garantizar que el futuro profesional no pare, son dos meses o tres meses para que tengamos un estadio totalmente nuevo en dos años.
Esa sería la primera infraestructura totalmente terminada. Al mismo tiempo la segunda etapa es la de parqueaderos, van a ser subterráneos y es importante porque todo eso que hoy sucede en superficie le quita espacio sobre todo al peatón.
Toda esta etapa que es demorada empieza al mismo tiempo que el estadio, los edificios, los escenarios deportivos, un centro de innovación alrededor del deporte y de empresas.
Por último, lo que terminaría es el auditorio de la Filarmónica, que tiene unos retos técnicos muy complejos, sobre todo para aislar el ruido y las vibraciones. Toda la operación son cuatro años de construcción, de obra pura.
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En redes ha sido muy criticado el proyecto en cuanto a la capacidad, ¿por qué no se aumentó a 60.000 asistentes?
Esa es una buena pregunta sobre todo para este medio. El estadio tiene realmente, para el fútbol, una capacidad de 35.000 personas.
La infraestructura pública debería tener estudios de demanda. El aumento a 45.000 tiene una cosa y es que ha sido mal leído y también de pronto un error, este es el estándar mínimo para que FIFA avale un estadio.
Este es un mercado que varía mucho, entonces podría crecer un poco, pero va a ser mínimo de 45.000, máximo de 50.000.
Esas cifras salen de estudios de demanda, es decir, de lo que la ciudad es capaz de soportar, porque recordemos que esto lo estamos haciendo con plata de un privado, entonces yo no puedo coger, porque nadie me lo permite y porque parte de todo esto está anclado en un modelo financiero.
Recordemos que este proyecto es además muy importante porque es sin desembolso de recursos públicos, o sea, el Estado no pone un peso acá, a diferencia de otros proyectos como el Hospital de Bosa o el Hospital de Engativá.
¿Se consideraría cambiarle el nombre al estadio El Campín?
Parte del modelo de negocio, está como en todos los estadios del mundo. Esto ya está es el naming, o los naming rights, que son digamos, el derecho del nombre.
Eso ya está en el modelo financiero y ya hace parte de los ingresos, digamos, futuros del concesionario.
Una vez esté finalizado El Campín los asistentes de los partidos del fútbol ¿Van a notar un encarecimiento en las boletas?
Esa es una buena pregunta por varias razones. Una es que el fútbol y los clubes son organizaciones totalmente de derecho privado, absolutamente reguladas por la Superintendencia (de Industria y Comercio).
Por ende, sus servicios los ponen al precio que quieran, como cualquier empresa privada. Una boleta normalmente de final cuesta más que una entrada de inicio de temporada, en eso el estado no tiene ningún tipo de regulación, ni nadie del ministerio.
Pero ¿por qué es una buena pregunta? Porque lo que no tiene el estadio hoy es una muy buena experiencia y en eso somos conscientes.
Primero, el estadio no cumple ciertas normas de seguridad humana, ya que es de 85 años, entonces el ancho de las salidas de emergencia, la distancia entre las localidades, las hileras de sillas, no cumple estrictamente lo que debería cumplir.
Lo que nosotros queremos es partir y seguir precisamente la conciliación con ellos, con el originador, para garantizarle precisamente a Bogotá el mejor estadio posible.
Sobre el hotel y una grama retráctil
Sobre el hotel, hay ofertas, eso sí es confidencialidad del originador y su derecho también específico a decidir quién.
Sé que hay ofertas, pero en el momento de la operación pues todavía ellos pueden decidir con quién se va a hacer. Las grandes cadenas en general ya están interesadas.
Por otro lado, en la grama ellos tienen que poder tomar todas las medidas con indicadores de servicio, que son básicamente unos indicadores de calidad que tiene que cumplir una concesión.
Si no los cumple, entonces se les van aplicando multas, ellos ya tienen el estado de las gramas, esto obliga a que el concesionario sea muy cuidadoso en saber qué va a programar de las artes escénicas y lo que va a programar de deportes.
Porque, entonces, teniendo en cuenta que además la ley de espectáculos públicos obliga a que los escenarios deportivos se presten para las artes escénicas una vez conciliada la temporada con la temporada deportiva, la tecnología de la grama tiene que ser la mejor posible.