El 1 de febrero salió del Departamento Nacional de Planeación (DNP) el director Jorge Iván González tras presentar su renuncia.
González llevaba en el cargo más de un año ya que se posicionó en agosto de 2022 cuando Gustavo Petro asumió como presidente de Colombia.
Detrás de la renuncia de Jorge Iván González estuvieron las discrepancias entre el funcionario y el presidente Petro, así como algunos ministros del gabinete y por ello llegará en su reemplazo Daniel Rojas.
Pero, este viernes se dio a conocer la opinión del exdirector del Departamento Nacional de Planeación tras su salida.
González dio a conocer en el diario La República que se trata de tensión entre facticidad y validez, un hecho que se presenta en las sociedades democráticas como lo es Colombia.
Según Jorge Iván González el discurso del programa del gobierno Petro es válido. Se trata de propuestas novedosas como la recuperación de los activos ambientales, la transición energética, la búsqueda de la seguridad humana y la convergencia social.
“En la lógica habermaniana el discurso es un elemento constitutivo de la acción comunicativa, que permite ir diseñando nuevos tipos de sociedad. Por su misma naturaleza, el discurso es transformador. Y este es el gran mérito de la lógica argumentativa del presidente. La fuerza de estos mensajes se expresó en las urnas”, argumentó el exdirector del DNP.
Todos los candidatos presidenciales apelan a los sentimientos ya que son herramientas de la persuasión. La retórica es un componente del quehacer político.
“Pero más allá de la validez intrínseca del discurso, la puesta en acción de las ideas requiere de la facticidad. El Plan de Desarrollo es una apuesta por la concreción del ideal discursivo. Es la formulación de programas de inversión específicos, que puedan ser financiables”, expresó el exdirector del DNP.
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Además, de acuerdo a la opinión de González el plan plurianual de inversión se queda corto frente a los ideales del discurso de Gustavo Petro. Entre la validez del discurso y la facticidad de la planeación hay una brecha que difícilmente se puede acabar.
Pero, en vez de aceptar los hechos fácticos como una realidad sobre la que se deben tomar medidas, el presidente cae en la tentación de negarlos.
“Durante estos meses, la inevitable tensión entre facticidad y validez no se pudo resolver. El conflicto se volvió insalvable. La absolutización de la bondad del discurso llevó a desconocer la complejidad de su realización práctica. Quizás allí radique el motivo último que hizo inviable mi continuidad en la dirección del Departamento Nacional de Planeación” finalizó.