
En un mundo caracterizado por la incertidumbre constante y las crisis recurrentes, las empresas enfrentan desafíos cada vez más complejos para mantenerse a flote y seguir creciendo.
En este contexto, el concepto de «antifragilidad empresarial» surge como una estrategia clave para transformar los riesgos en oportunidades.
Por ello, Iván Pino, socio y director en LLYC, en conversación con Valora Analitik, explica en detalle en qué consiste este concepto y cómo puede aplicarse tanto en empresas emergentes como en grandes corporaciones.
Para comenzar, Iván Pino contextualiza el concepto de antifragilidad en el entorno actual. «La antifragilidad es la mejor respuesta a un contexto de permarriesgo, en el que vivimos actualmente. Vivimos en el riesgo constante, pero permanente. Este riesgo va desatando crisis unas detrás de otras y el inconveniente que genera en las empresas es que esa incertidumbre y ese contexto de riesgo permanente están provocando parálisis en sus operaciones».
En este sentido, Pino subraya que muchas organizaciones han adoptado una mentalidad defensiva, enfocada en resistir a las situaciones de crisis en lugar de utilizarlas para fortalecerse.
«La resiliencia ha sido durante años el enfoque predominante. Sin embargo, la resiliencia solo busca resistir y recuperar el estado anterior, mientras que la antifragilidad permite que las empresas se fortalezcan gracias a la adversidad», explica.
Aplicación de la antifragilidad empresarial en el emprendimiento
Dado el auge de emprendimientos en países como Colombia, muchos empresarios buscan herramientas que les permitan superar los obstáculos propios de los primeros años de operación.
Pino enfatiza la importancia de equilibrar el aprovechamiento de oportunidades con la gestión de riesgos. «En el caso de los emprendedores, su motor principal es el aprovechamiento de las oportunidades, y debe ser así. Pero en un contexto como el que vivimos de permarriesgo, necesitan introducir la antifragilidad para identificar aquellos riesgos que necesitan evitar o invertir su signo negativo para convertirlo en positivo».
Para aplicar este concepto, el experto recomienda tres pasos fundamentales:
- Identificar los riesgos: «El primer paso es identificar a qué riesgos se enfrenta el proyecto empresarial, lo cual va a requerir un gran nivel de autoconciencia sobre su proyecto, tanto interna como externa», señala.
- Priorizar los riesgos: «Aquí vamos a poder utilizar los datos, la escucha, la inteligencia de datos para priorizar aquellos riesgos que realmente puedan tener un mayor impacto en los grupos de interés y donde entienden que tienen mayores fragilidades en lo que hacen o no hacen».
- Diferenciar entre resiliencia y antifragilidad: «Con esas dos variables, uno es capaz de evaluar si estamos hablando de un problema que es de antifragilidad o un problema que es de resiliencia. La resiliencia tiene que ver con mitigar y controlar los riesgos, la antifragilidad tiene que ver con modificar ese proyecto empresarial para evitar el riesgo o invertir el signo negativo cuando ya se está materializando».

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El reto de las grandes empresas para superar las crisis que se presenten
Pino advierte que las grandes empresas enfrentan un reto adicional para adoptar la antifragilidad. «Las compañías llevan años enfrentando crisis y se han acostumbrado a superarlas. Pero eso ha generado un efecto de adormecimiento y pérdida de perspectiva».
Este fenómeno puede llevar a una falta de reacción o a minimizar la importancia de ciertos riesgos. «Cuando ocurre una crisis de gran impacto, nos sorprendemos porque no la vimos venir o porque la ignoramos. Entonces, requiere un punto mayor de autoconciencia y de pensamiento crítico y de anticipación».
El papel de la tecnología en la antifragilidad
En la actualidad, la tecnología se convierte en una herramienta clave para anticipar y gestionar riesgos de manera antifrágil. «Utilizando la inteligencia artificial sobre grandes datos que tienen que ver con conversaciones en medios y redes sociales, somos capaces de anticipar qué asuntos pueden tener un mayor impacto potencial en la reputación de una compañía y en su negocio», afirma Pino.
Sin embargo, muchas empresas aún no aprovechan de manera eficiente sus propias fuentes de información. «Es clave ser capaz de sacarle partido a todas las fuentes de datos que tienen que ver con la reputación en sus grupos de interés. Un NPS de clientes, una encuesta de clima de empleados, una matriz de materialidad, los estudios de reputación, todos son datos útiles para la toma de decisiones que normalmente no se analizan integralmente», enfatiza.
Un llamado a la transformación empresarial
Finalmente, Pino hace un llamado a los empresarios para que adopten la antifragilidad como parte de su estrategia organizacional: «La resiliencia en un contexto como el que vivimos es agotadora, ineficiente y muy costosa. La actitud defensiva y reactiva ante todos los riesgos y crisis es mucho menos rentable que tratar de anticiparlo e invertir su signo».
Por ello, insiste en la necesidad de cambiar la mentalidad empresarial. «Como vamos a vivir todavía muchos años más de permarriesgos y de policrisis, creo que es hora de que cambiemos el chip. Que cambiemos esa mentalidad en términos de management y adoptemos la antifragilidad como un enfoque proactivo».
Además, destaca que la implementación de la antifragilidad requiere potenciar ciertas habilidades dentro de los equipos directivos. «Requiere que eso que antes se llamaba ‘soft skills’ y ahora son ‘power skills’ se desarrollen y se apliquen mucho más. Va a requerir más empatía con los grupos de interés, más liderazgo e influencia social en la toma de decisiones, sobre todo en crisis. Va a requerir más pensamiento crítico dentro de las organizaciones».
En conclusión, la antifragilidad no solo es una estrategia para sobrevivir en tiempos de crisis, sino una mentalidad que permite a las empresas evolucionar y fortalecer su posición en el mercado. En un mundo donde la incertidumbre es la única constante, aprender a beneficiarse del caos puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.