Dólar, economía y fútbol no pueden entenderse como eventos separados en Argentina. En 2019 ya había ocurrido: para ese momento, el defensa central paraguayo, Gustavo Gómez, estaba cerca de ser jugador de Boca Juniors, transferencia que se cayó porque el jugador quería un salario en dólares, una opción imposible de asumir para la dirigencia del equipo, por una tasa de cambio alta. Gómez terminó yéndose al Palmerias, de Brasil, donde sí le pagaron en dólares.
Casi tres años después, el dólar vuelve a jugarle una mala pasada al fútbol argentino: el delantero colombiano del Junior de Barranquilla, Miguel Ángel Borja, estaba a horas de ser nuevo jugador de River Plate, pero dos escenarios económicos impiden su llegada Buenos Aires.
Justamente por cuenta de la crisis de devaluación que experimenta el peso argentino, en comparación con el dólar estadounidense, el Banco Central de ese país tomó una serie de medidas para mitigar la salida de dólares y contener, en parte, la creciente devaluación local.
Entre estas iniciativas, el Banco Central mantiene cerradas las transferencias internacionales en dólares, con lo que varios sectores de esa economía se han visto seriamente afectados, entre estos: los equipos de fútbol.
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La dirigencia de River Plate se había comprometido con el Junior a hacer un desembolso de US$1,5 millones por la llegada de Borja: negocio que no se pudo dar por las medidas estatales.
Escenario crítico de la economía en Argentina
Ante la imposibilidad de hacer el negocio en dólares, la trasferencia quedó frustrada y es un ejemplo más de cómo algunas de las actividades económicas del país se mantienen en vilo por la urgencia de atajar el fortalecimiento del dólar.
Precisamente, esa crisis llevó a la salida del ministro de Economía, Martín Guzmán, y la llegada de Silvina Batakis, con la idea de darle otro mensaje al mercado, detener una crisis que pega a todos los segmentos de la economía argentina y sigue aumentando el costo de vida en ese país.
Datos de El Clarín dejan ver que, entre los pendientes más importantes, apremia el hecho de que el Gobierno no tiene las reservas necesarias para equilibrar el mercado cambiario.
A pesar de las restricciones al pago de importaciones y acumular US$1.500 millones en compras en el mercado cambiario, explica el medio, el Banco Central ha llegado a vender US$190 millones por pagos de importación de energía.
El punto está en que las decisiones, la falta de apetito inversionista por llegar a Argentina, y la inflación disparada, llevan a que el dólar en Argentina se cotice incluso entre los 250 y 270 pesos argentinos (máximos históricos), claramente sumado al contexto externo de vientos de recesión en Estados Unidos y la desconfianza generalizada del mercado.
De hecho, en los últimos tres meses, el dólar en Argentina se ha valorizado en cerca de un 13,15 %, mientras la inflación se espera llegue a un dato anual cercano al 70 %.
La noticia que, de momento, da un tanto de respiro, tiene en cuenta que el PIB de ese país creció 6 % a cierre del primer trimestre del 2022, con la previsión de que podría ralentizarse hasta el 4 % a cierre de 2022, pero lo cierto es que banca multilateral, analistas y agencias calificadoras prenden alarmas por una urgencia económica especial en Argentina: una que debe atenderse de inmediato para evitar complejizar presiones sociales y un mercado laboral débil.