El primer ministro chino, Li Keqiang, reconoció este martes que la economía local se enfrenta a «una dura lucha» debido a un «entorno más complicado» y a la multiplicación de «riesgos y desafíos» en lo que semeja ser una admisión tácita del daño que está causando al país la guerra comercial con EEUU.
Durante su intervención en Pekín ante la sesión anual del Congreso nacional del Pueblo -el parlamento chino-, Keqiang confirmó la desaceleración del crecimiento económico para 2019, que quedó rebajado a entre 6 por ciento y 6,5 por ciento, una décima menos que en 2018.
Muchos expertos ponen en cuestión la fiabilidad de datos oficiales de la administración china, que en varias ocasiones ha reconocido que ha falseado esos guarismos, y reducen en varios puntos esa estimación.
«Hemos hecho un ajuste moderado de nuestra proyección (de crecimiento) basándonos en un análisis de los factores desestabilizadores y las incertidumbres que afectan a nuestro rendimiento económico», se lee en el documento que preparó Keqiang para una cita rodeada como cada año de toda la pompa mediática y casi ningún calado político, ya que las decisiones significativas las adopta la cúpula del Partido Comunista, liderada por el presidente Xi Jinping.
Según la firma Morgan Stanley, China tendría que crecer este año un 6,2% si quiere alcanzar el objetivo que se ha cifrado, duplicar el volumen de su economía de 2010 a 2020.
Pekín intentará contrarrestar este progresivo frenazo de su entramado económico con un nuevo aumento del gasto público -un 6,5% más que el año precedente-, un incremento del déficit presupuestario, y una significativa reducción de los impuestos a las empresas de unos 2 billones de yuanes (unos 263.000 millones de euros).
También reducirán su gasto en defensa, que pasará a ser de 7,5 por ciento frente al 8,1 por ciento que declaró en 2018.
Las cifras proporcionadas por el primer ministro incidieron en esta nueva realidad en la que Pekín admite que no creará los 13,6 millones de empleos que generó en 2018 y se quedará en 11 millones, y que el desempleo urbano subirá hasta el 5,5 por ciento frente al 5,1 por ciento del año pasado.
Aunque medios estadounidenses han indicado que las negociaciones entre Washington y Pekín se encuentran muy próximas a un acuerdo comercial que podría firmarse a finales de este mes, el propio Xi Jinping asumió en enero el significativo riesgo que entraña para el país la desaceleración de su economía.
El mandatario convocó a la élite del partido a finales de enero para un seminario en el que incidió en la «falta de espíritu» y «de capacidad» entre los funcionarios, y les advirtió que si no se reactiva la economía se pueden multiplicar el descontento social.
«Las turbulencias y riesgos han aumentado y el entorno externo es complicado y sombrío», argumentó el dirigente.