Aunque el Gobierno de Alberto Fernández intenta frenar el apogeo del dólar “blue” en Argentina, es decir, el del mercado negro, no ha logrado contener su avance y popularidad entre los compradores de a pie que buscan una moneda refugio en medio de la incertidumbre de la economía del país.
La cotización del “blue” se mantiene hasta un 80 % y casi 90 % por encima de la tasa de cambio oficial publicada por el Banco Central. Mientras un dólar vale 176,5 pesos argentinos en el mercado paralelo, los datos del emisor indican que un billete de la divisa está en 102,2 pesos argentinos: una brecha del 85 %, de acuerdo con los datos de este cinco de agosto.
Ese boquete en los precios es un relato ya conocido entre inversionistas, que ante las restricciones para la compra y venta de divisas en el mercado oficial recurrieron a plataformas no reguladas por el emisor para conseguir el billete verde, que en la Argentina tiene mucho de azul.
Martín Guzmán, ministro de Economía, tiene la tarea de hacer malabares entre la negociación de la deuda con los acreedores internacionales -que está en dólares y cada vez es más difícil de pagar en pesos- la inflación del 50 % y la depreciación de la moneda local.
Guzmán dice que el “blue” tiene una “escasa incidencia debido a su pequeño tamaño” y prometió que el Gobierno conseguirá controlar la grieta cambiaria entre la cotización oficial y la paralela, incrementado reservas y liberando regulaciones.
“La brecha obedece a que el pueblo argentino no está creyendo en las políticas de su Gobierno y se está refugiando en moneda extranjera”, dice el profesor de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas de la Universidad de la Sabana, José Eduardo Gómez González. Ver más de Internacional
El peso se devaluó, la economía se dolarizó mostrando que las personas no quieren tener posesiones en moneda local, el índice de precios al consumidor supera sus propios récords mes a mes y la incertidumbre política del contexto electoral venidero incrementa las preguntas en los mercados.
Los tres tipos de dólar
Argentina se mueve entre tres cotizaciones del dólar: la oficial del Banco Central, la del “blue” de los mercados paralelos y el Senebi, que es el tipo de cambio de la divisa en un sistema operado por empresas en el que solo se negocian títulos públicos y obligaciones.
Los economistas prestan más atención al comportamiento de los dos últimos. La tasa de cambio del emisor, parece, está sirviendo como una referencia para calcular de cuánto es la brecha entre las dos cotizaciones al cierre de una jornada.
En medios se habla de la propuesta del Gobierno de prohibir que se publiquen los datos del tipo de cambio para que los compradores “confíen” cuando compran la moneda, en un plan de aguante para instaurar nuevas regulaciones a la divisa en el país.
“No dar información del precio del dólar y listo, no hay necesidad, no hay que darle importancia. No dar ni el precio del dólar blue ni del dólar Senebi. Que se distraigan con la baja que tuvo el Bitcoin mejor”, dijo una fuente a Cronista.
Si se cumple ese vaticinio, sería una más de las restricciones implantadas por los gobiernos de ese país suramericano en los últimos 20 años y que persisten en la actualidad: las personas solo pueden adquirir 200 dólares mensuales en el mercado oficial y deben pagar un impuesto por cada billete.
Dólar: apetecido, pero restringido
Corralito. Así se denominó al paquete de restricciones al dinero en efectivo, cuentas y plazos que implementó el expresidente Fernando de la Rúa en diciembre de 2001 y que tuvo una duración de un año. Esa determinación fue el factor que hizo estallar la olla de presión de la economía y resultó con la renuncia del Gobierno.
Cristina Fernández, exmandataria y ahora vicepresidenta, también aumentó los controles sobre la compra de la divisa, en 2011. Cuando llegó el derechista Mauricio Macri en 2015 levantó las restricciones y esa decisión resultó en una migración predominante de inversiones a dólares, que causó la devaluación del peso argentino.
La salida de Macri fue convocar a los acreedores internacionales, el más sonado de estos, el Fondo Monetario Internacional (FMI), pidiendo un préstamo de 44.000 millones de dólares para inyectar divisas al mercado interno: los billetes verdes circularon, el dinero del crédito se agotó y Argentina quedó con un problema triple: la deuda, la inflación y la devaluación.
“Existe una correspondencia inversa entre la tasa de cambio y la inflación. Un aumento en los precios al consumidor termina depreciando la moneda. Ante los mercados internacionales esto resta credibilidad de la moneda local (…) La economía se ha venido deteriorando, la gente prefiere sacar su dinero y hacer inversiones en el exterior y esto significa que cada vez hay más salida de dólares”, apunta el profesor de Economía y magíster en Estudios Internacionales, Camilo Rodríguez.
Gómez González ve una falta de credibilidad en la estabilidad de la política macroeconómica del Banco Central y del Gobierno: la tasa de cambio es un termómetro de la economía y el medidor argentino parece desbordarse.
El presidente Alberto Fernández hizo campaña en 2018 criticando la deuda, la inflación y el dólar, pero llegó a la Casa Rosada a hablar más de lo mismo en el laberinto de la economía argentina.
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