Con el dólar aumentando cada vez más y alcanzando registros históricos, es común el deseo que tienen algunas personas de emigrar a otro país. Sin embargo, no cuentan con un pasaporte exclusivo del lugar donde desean ser ciudadanos, por lo que buscan las visas doradas para poder residir legalmente en esa jurisdicción.
Las visas doradas son programas migratorios que buscan atraer inversionistas extranjeros. Dichas visas exigen, en algunos casos, hacer inversiones en inmuebles, activos financieros entre otros nichos, para otorgar la posibilidad de poder residir en el país.
La planeación patrimonial es el obstáculo que requiere estrategias para vivir en el país de su preferencia. El nuevo lugar exigirá al beneficiario acogerse a nuevas normas tributarias que varían a las del país de origen y ofrecen ventajas fiscales como, solo tributar sobre las rentas locales y no las mundiales.
Cambiar de país no asegura dejar de tributar del país del que se emigra. Aquí es cuando se genera la doble tributación, que es el pago de impuestos en los dos países, sobre los mismos ingresos y patrimonio.
Para emigrar y evitar esto, se debe tener la residencia migratoria, la residencia fiscal y dejar de ser residente fiscal del país que se deja.
En el caso de Colombia, el artículo 10 del Estatuto Tributario señala las reglas para ser o dejar de ser residente fiscal. Primero hay una regla objetiva de presencia física, debe estar en el país 183 días de 365.
Segundo, nacer en el territorio y tener el 50 % del patrimonio en Colombia, 50 % del ingreso en el país o tener el núcleo familiar.
Cada jurisdicción tiene requisitos distintos para obtener estas visas doradas o de inversionista. Por ejemplo, en de Panamá es posible obtener un visado de pensionado siempre que se demuestre ingresos superiores a US$1000, o inversión en inmuebles por $300.000, o depósito de plazo fijo de 750.000 por 5 años.
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En el caso de Portugal puede obtenerse invirtiendo 250.000 euros hasta un millón, requiere una estancia mínima de 7 días en el primer año y de 14 días en el segundo año. Su duración máxima es de 5 años y después puede postularse a residencia permanente.
En Estados Unidos hay distintos programas de visas, la EB5 es para aquellos que hacen inversiones entre US$500.000 y un millón. El estate tax, que traduce impuesto de herencia, cambia la exención a US$60.000 cuando no se es residente fiscal y puede subir hasta US$11,7 millones cuando sí lo es.
En conclusión, son múltiples las consideraciones para tener en cuenta antes de cambiar de residencia como los seguros de salud, la calidad de vida, etc.
Pero sin duda el aspecto fiscal debe estar en el centro del asunto, cumplir las obligaciones formales y de fondo en la nueva jurisdicción, así como preparar y organizar el patrimonio deben hacerse antes y no después, incluso para aprovechar las ventajas que puedan ofrecer las distintas visas.