Los esfuerzos hacia la sostenibilidad económica y la eficiencia energética tienen hoy una hoja de ruta clara tras la aprobación del documento CONPES de Transición Energética; una política pública que, en el marco de los próximos seis años, buscará implementar 97 acciones concretas para viabilizar las metas de descarbonización y compensación ambiental en Colombia. Si bien se trata de un proceso integral con múltiples dimensiones, el gas natural es uno de los combustibles claves para poner en marcha la migración de la matriz productiva hacia energías limpias.
Sabemos hacia dónde queremos ir, pero necesitamos enfocarnos en cómo hacerlo. El gas es ideal en este contexto puesto que, por un lado, contribuye a las metas de reducción de emisiones de CO2 trazadas hacia 2030 y 2050 al ser el combustible fósil de menores emisiones, 59% menos que el carbón, 21% menos que el diésel y 25% menos que la gasolina. Por otro lado, tiene el potencial de masificación suficiente para asegurar que la transición se lleve a cabo de forma responsable y oportuna; actualmente existen cerca de 8000 kilómetros de infraestructura de transporte para apoyar el despliegue masivo de este recurso a nivel nacional, como motor de inclusión económica regional. Lo anterior asegura que el gas no sólo tiene el potencial de cumplir los objetivos ambientales, sino que también está en capacidad de hacerlos realidad ágil y eficientemente.
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No es fortuito, entonces, que el gas natural haga parte de 8 de las 21 líneas de acción propuestas en el CONPES, además de ser el principal ejecutor en dos de ellas, para convertirse en el combustible oficial de la transición y de confiabilidad del sistema energético. Actualmente la prioridad de los lineamientos es, entre otras cosas, lograr afianzar la seguridad e innovación energética, favorecer la competitividad del sector e impulsar un sistema energético que disminuya el impacto del cambio climático. En este sentido, hay al menos dos aspectos en los cuales el gas tiene un gran potencial transformador que el CONPES resaltó para su ejecución hacia 2028: transporte pesado y de carga, y la sustitución de la leña.
De acuerdo con el documento, el 92% de la energía final en Colombia se consume en tres sectores: transporte, industrial y residencial. Sin embargo, transporte es aquel con una mayor demanda y, paradójicamente, el nivel más alto de ineficiencias. Una forma de mitigar este problema es la incorporación del gas natural en los vehículos de carga que transportan la economía por vía terrestre y en los sistemas de transporte masivo de las grandes ciudades; su autonomía es una garantía para continuar con las operaciones actuales al mismo tiempo que mejoramos la calidad del aire. Por ende, hay un gran potencial de reconversión para lograr las metas del documento CONPES que estima, para el 2028, que el 100% de los sistemas de transporte incorporen vehículos eléctricos o “dedicados a gas natural”, con el fin de limitar las emisiones a 2,85%.
Así, la generación de eficiencias es la estrategia más costo efectiva para comenzar a recorrer el camino hacia la transición energética.
Su aprovechamiento como recurso, además, supone el acceso a un servicio público esencial con cobertura limitada para miles de familias que hoy aún usan la leña y otros combustibles sólidos de alto impacto en la salud y la degradación de bosques. Se estima que el 10% de los hogares aún continúan expuestos a estas fuentes de energía poco eficientes y potencialmente dañinas para el usuario, siendo las mujeres mayores a 44 años y los niños menores de 5 años los más expuestos.
Resaltamos la importancia de contribuir a la prosperidad colectiva al asegurar un recurso que permite actividades tan básicas como cocinar, moverse en la ciudad y en algunos casos el trabajo en industrias siderúrgicas o de construcción. Familias, empleados y sectores económicos tienen todos en común la necesidad de recibir energía de forma segura y asequible. Lo anterior convierte al gas en un motor para la economía, pero sobre todo en una fuente de desarrollo para nuestra sociedad. La implementación del gas no sólo minimiza los costos e impactos económicos de la transición, sino que también contribuye a la equidad y el bienestar del país. Lo anterior ha llevado a priorizar este punto en la Línea de Acción #19, a través de diferentes mecanismos institucionales liderados por el Ministerio de Energía, que focaliza políticas previamente diseñadas.
Con una inversión proyectada de 283 billones de pesos a 2030, la conversación alrededor de la sustentabilidad llegó para quedarse y se encuentra en búsqueda de aliados estratégicos que hagan frente al mayor obstáculo en el proceso según el documento CONPES: la débil articulación en el sector para tomar acción conjunta. En este contexto, TGI reafirma su interés en liderar y contribuir a la seguridad, confiabilidad y cobertura energética del país a través de sus actividades, insistiendo en que el gas natural es el mejor vehículo para transportar a Colombia durante su proceso de transición energética.
En esta coyuntura electoral, es importante recordar que un documento CONPES no tiene carácter vinculante, sin embargo, consideramos que aún con las diversas formas de ver la transición energética de los candidatos, todos quieren llegar al mismo fin: aire más limpio, mejorar la vida de los ciudadanos, energías limpias y carbono neutro. En ese sentido invitamos al próximo gobierno a que, en esta materia, se construya sobre lo construido. Es importante que quien llegue a la Casa de Nariño tenga en cuenta este importante documento y empiece a materializar, ojalá lo antes posible, las acciones allí establecidas.