Es cierto que desde hace varios años se ha venido hablando de la necesidad de implementar cada vez más soluciones para la prevención y detección de fraudes en las organizaciones o de robustecer y tener soluciones cada vez más avanzadas.
Según la Asociación de Certificadores de Fraude, el tiempo promedio que toma descubrir un fraude es de 18 meses, sin embargo, hay casos en los que nunca se detectan porque no se tienen los sistemas o soluciones para ello.
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Esta asociación, que es la mayor fuente de información y análisis en torno a fraudes en el mundo, calcula que las pérdidas por temas de fraude superan los 3500 millones de dólares a nivel global. Más o menos un 5% de todos los ingresos que hacen las empresas en un año se pierden por temas de fraude.
La historia nos muestra que los fraudes empresariales aumentan cuando los mercados presentan dificultades: hay recesiones, se presentan las crisis económicas mundiales o se afecta el mercado en general. En estos tiempos de pandemia y mientras no se alcanza la recuperación y normalización del todo, las posibilidades de que se presenten fraudes en las empresas aumentan exponencialmente.
Hay que aceptar que el riesgo de fraude siempre está latente. Lo que hace la diferencia es poder detectar los casos lo más rápidamente posible para minimizar su impacto.
Actualmente hay métodos avanzados que se pueden implementar en diferentes tipos de organizaciones, como es el caso de la analítica de redes sociales, que facilita la detección de relaciones o patrones sospechosos y apoya la labor operativa de los investigadores.
Lo que vemos en definitiva es que inteligencia y rapidez es el juego. No hay alternativa: los responsables de la seguridad en las empresas deben ser más inteligentes y rápidos que los ciberdelincuentes.