Lifepack: empaques ecológicos que siembran sostenibilidad

Lifepack nació como respuesta a la contaminación por los plásticos de un solo uso.

Claudia Isabel Barona creó un emprendimiento ambiental que ha alcanzado ocho premios internacionales y 12 nacionales. Lifepack nació en 2008 como respuesta a la contaminación generada por los plásticos de un solo uso, desarrollando alternativas sostenibles para los recipientes, cubiertos, etiquetas y elementos similares.

Esta ingeniera industrial caleña buscaba cómo mitigar el impacto de las basuras y pensó que la respuesta estaba en desarrollar una opción para los artículos de consumo masivo que, además, permitiera a los clientes interactuar con el producto final.

Así, creó un prototipo de cartón y papel reciclado a partir de una celulosa que elaboró con herramientas que tenía en casa. Para ese tiempo, en 2008, ya tenía el insumo para transformarlo en objetos, como platos biodegradables, pero necesitaba una máquina que pudiera hacer esas piezas realidad. El aparato, sin embargo, se conseguía en Europa.

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Entonces, entregó los primeros pliegos de la celulosa a un conocido que tenía un viaje para que él los ensayara en esa máquina. ¡Funcionó! Su amigo regresó a Colombia con los primeros platos desarrollados a partir de la celulosa Lifepack, que procesa desechos de comida como la corona de la piña y la cáscara del maíz y elementos reciclados.

Sembrar e invertir

Al siguiente año se postuló a una convocatoria de la Fundación Bavaria. Estaba embarazada y con un plato en la mano se presentó ante los jurados contando que ese era el legado que quería dejarle a su bebé: un mundo más sostenible.

Esa entidad le otorgó una financiación por 40 millones de pesos a la que sumó una inyección de capital propio para importar la máquina que necesitaba para convertir su materia prima en objetos de consumo masivo sin huella ambiental.

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Salieron al mercado en 2011, pero para entonces los consumidores colombianos no estaban familiarizados con los productos amigables con el ambiente. Entonces, de la mano de Procolombia, miró al mercado internacional entrenándose en cursos de exportación.

Gracias a esa proyección, ganó premios como el Seed Awards Gender Equality, en 2013, y el Emerging Business of the Year, en 2016, que le permitieron tener visibilidad en el exterior.

Con un plan estratégico, formalizó la empresa en Estados Unidos en 2014 y para mayo de 2015 ya vendía sus recipientes biodegradables en el Botanical Garden de Missouri.

Recoger los frutos

“Nosotros fuimos pioneros en Colombia haciendo empaques ecológicos y años después empiezan a traer productos ecológicos costosos de China. Ha sido muy complicado, pero las redes sociales nos han servido para hacer difusión, llegar a más lugares y tener cercanía con clientes en el exterior”, relata Claudia Isabel Barona.

Lifepack llegó al punto de equilibrio en 2017 y ofrece alrededor de 50 productos a clientes mayoristas. En su catálogo hay platos germinables, que tres semanas después de su uso se convierten en plantas, y otros que pueden ser desechados con la tranquilidad de que se biodegradarán prontamente.

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En 2018 alcanzaron un reconocimiento nacional tras participar en el concurso Shark Tank Colombia, reality en el que todos los “tiburones” manifestaron su interés por el emprendimiento y su propuesta de innovación: sembrar semillas en sus productos.

La cuenta de LifePack en Instagram alcanza los casi 23 mil seguidores y la de Facebook tiene más de 13 mil. Esas plataformas le han permitido al emprendimiento llegar a nuevos clientes y darse a conocer en otros países, gracias al número de reproducciones de sus videos.

La empresa desarrolla de tres a cinco toneladas mensuales de material y la meta es alcanzar un promedio de diez toneladas. Esa cantidad de celulosa alcanza para desarrollar miles de unidades de productos, entre platos, cubiertos, empaques, entre otros.

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Si bien en 2020 sus ventas retrocedieron 3 % por la pandemia, que llevó a que algunos de sus clientes cerraran sus negocios, en 2021 ha logrado recuperarse y explorar nuevas oportunidades que vinculan premisas de innovación y tecnología.

“Todas estas crisis nos han ayudado a explorar más fibras. Tenemos convenios con grandes empresas con las que estudiamos cómo utilizar los residuos que tienen para transformarlos en un subproducto. Con Pepsi y CasaLuker estamos trabajando en proyectos de transferencia tecnológica”, contó Barona.

Hoy, Lifepack produce cada mes entre 15.000 y 30.000 unidades de platos, cubiertos y etiquetas, lo que representa que se dejan de talar 16 árboles maduros por cada tonelada de residuos orgánicos utilizados.

Gracias a esos logros, está consiguiendo cumplir la meta que se trazó en 2008: dejar un planeta más limpio para su hija y las futuras generaciones.

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