México consume 120.000 toneladas de chocolate al año, de las que solo cultiva 30.000; cuatro de cada cinco chocolates que se producen en el país están hechos con un insumo extranjero, a pesar de que el grano es un legado indígena.
Oaxacanita Chocolate es un emprendimiento social que nació en 2015 buscando empoderarse de esa tradición para trabajar con el fruto a partir del respeto a las culturas originarias.
La idea comenzó en la región mixteca de Oaxaca, una zona ubicada al sur del país de tradición aborigen, que también se ha destacado por ser un lugar expulsor de migrantes, quienes transitan hacia Estados Unidos persiguiendo oportunidades de vida.
Germán Santillán emprendió en el garaje de la casa de la abuela, con una inversión de 150 dólares para transformar el grano con la mano de obra de mujeres de la región, impactando directamente a 30 familias de nueve comunidades mixtecas, una cultura de origen prehispánico que está asentada al sur de México.
Al principio, ellas pedían permiso a sus esposos para poder ir a trabajar, pero con el tiempo se empoderaron de su rol como empleadas formales, que generan ingresos y apoyan económicamente a sus núcleos familiares.
“Estamos generando una visión de empresa que no solo se dedica a generar bienestar económico, sino que también busca el rescate de los recursos naturales y generar un bien para la sociedad”, explica Santillán.
Los mixtecos veían en el chocolate un elemento de unión social. Hay una tradición mixteca del chocolate como un elemento que estaba en el centro de los eventos más importantes de las comunidades y esa costumbre indígena es la semilla que edificó Oaxacanita Chocolate.
Sembrar para cultivar en las redes
El cacao puede estar en todas partes: en un campo agrícola o en el techo de una casa, donde comenzaron sembrando 20 semillas para ver qué sucedía… Germinaron y ahora tienen 8.000 árboles plantados en los tejados de sus colaboradores.
La empresa llegó a su punto de equilibrio después de tres años, en 2018. Durante ese lapso estuvieron siempre reinvirtiendo las utilidades para consolidar el emprendimiento social. En ese tiempo, los premios fueron el motor para mantenerse a flote.
En 2016, Estados Unidos los reconoció como uno de los mejores emprendimientos sociales de Suramérica y también integró la Young Leaders of the Americas Initiative, entre otros galardones que fueron ratificando el cambio que Oaxacanita estaba generando en las comunidades.
La marca exporta a Canadá y Estados Unidos, tiene múltiples clientes corporativos y el 80 % de sus compradores los conocen por redes sociales, plataformas que utilizan para contar las historias de sus empleados y del legado indígena del chocolate de Oaxaca.
Antes de la pandemia consolidaron un crecimiento del 150 % anual y en 2020 la compañía logró mantener el mismo nivel que tenía en 2019, a pesar del freno en los pedidos por los cierres derivados de la Covid-19. Ahora, para 2021, proyecta que las ventas respecto al año previo se duplicarán.
Oaxacanita aplica un modelo de negocio para profesionalizar las industrias culturales y democratizar los flujos de dinero en la comunidad, permitiendo que los ingresos de sus colaboradores crecieran hasta un 100 % en el antes y el después de la aparición de la marca.
Germán Santillán relata con orgullo esa transformación social a partir del cacao que comienza en una habitación para transformar el grano y termina en las comunidades, como el caso de su colaboradora, Noemí Flores, quien fue seleccionada como regidora de educación en su comunidad: ella es una de las primeras mujeres que participan activamente en la vida política de sus pueblos.