La coyuntura económica de Afganistán, derivada de la crisis social, política y humanitaria, por la toma del poder de los talibanes, continúa. A la volatilidad de la moneda y el temor en los mercados se suma la determinación del Fondo Monetario Internacional (FMI) de no permitir al nuevo régimen acceder a financiación.
En el marco del Covid-19, el FMI trazó una nueva designación de los fondos de Derechos Especiales de Giro (DEG), que en el transcurso de este semestre serán entregados a los países para facilitar su recuperación de la crisis generada por la pandemia.
Dentro del dinero de los DEG se tienen partidas para la mayoría de las economías del mundo, sin embargo, ahora Afganistán no podrá acceder a estos. (Ver más de Internacional)
“Como siempre es el caso, el FMI se guía por las opiniones de la comunidad internacional. Actualmente, existe una falta de claridad dentro respecto al reconocimiento de un gobierno en Afganistán, por lo cual el país no puede acceder a los DEG u otros recursos del FMI”, apuntó el portavoz de la autoridad monetaria, Gerry Rice.
Los talibanes tomaron el poder el pasado fin de semana, tras la huida del ahora exmandatario Ashraf Ghani. Estos son un grupo que surgió en la década de los 90 y que promueve una línea dura del islam sunita, con la aplicación estricta de la sharía, que es la ley islámica.
Estos reconquistaron las ciudades en el marco del retiro de las tropas de Estados Unidos de ese país de Medio Oriente, un ejército que estuvo durante 20 años en el territorio con la premisa de luchar contra el terrorismo de Al Qaeda y encontrar a su líder, el fallecido Obama bin Laden.
Las principales potencias – Estados Unidos, líderes de la Unión Europea, el Reino Unido, entre otros- no reconocen el régimen de los talibanes y preparan una cumbre internacional de emergencia para abordar la crisis de Afganistán. Al tiempo que Naciones Unidas y Acnur se preparan para gestionar la crisis humanitaria venidera por las personas que buscan migrar para escapar del régimen.
Colombia, Albania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Macedonia del Norte, Noruega, Nueva Zelandia, Paraguay, Reino Unido, Senegal, Suiza y la Unión Europea firmaron este miércoles una declaración conjunta sobre la situación de las mujeres y niñas afganas.
“Estamos profundamente preocupados por las mujeres y niñas afganas, sus derechos a la educación, al trabajo y a la libertad de circulación. Instamos a quienes ocupan funciones de poder y autoridad en todo Afganistán a que garanticen su protección”, escribieron en un comunicado difundido por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Los talibanes estuvieron en el poder hasta 2001, cuando se efectuó la invasión de Estados Unidos en Afganistán tras el atentado de Al Qaeda al World Trade Center en Nueva York. Durante su régimen se hicieron recurrentes las violaciones a los Derechos Humanos, sobre contra las mujeres.
La incursión de tropas extranjeras que se efectuó en ese entonces para derrocar al talibán, a quien acusaban de resguardar a Osama Bin Laden, permitió su salida del poder, pero ahora, 20 años después, el régimen regresa ante el asombro de la comunidad internacional.
Análisis: Oliver Wack, Gerente general de Control Risks para Colombia y la Región Andina
La situación en Afganistán sigue siendo altamente volátil y cambiante, y aún es muy pronto para afirmar con certeza puntos claves como quién integrará el gobierno, quién controlará las carteras claves, cuáles serían y quién controlaría las fuentes económicas y de financiación, y cuál será el reconocimiento del nuevo gobierno talibán a nivel internacional.
Dicho eso, hay cosas que si están claras. Sobre todo, que la gobernanza requiere dinero, que la economía afgana no da abasto, y los talibanes hoy por hoy no tienen suficientes fuentes diversificadas de ingreso para sostenerse en el poder- y ellos lo saben.
Es por esto que desde ya fuentes indican que el grupo tiene claro que una repetición de lo sucedido en 1996, cuando tomaron poder por primera vez, no sería sostenible.
En primer lugar, saben que la moderación de su discurso podrá facilitar tanto el reconocimiento con el financiamiento, aunque está por verse si la narrativa de la oficina política en Doha. Por ejemplo, medidas como salvaguardar la propiedad, permitir que las mujeres ingresen al espacio público, no atacar a civiles o trabajadores humanitarios, resonarán en los comandantes talibanes locales en el terreno.
En segundo lugar, se hablaría al interior del grupo, por ejemplo, de la posibilidad de incluir a miembros no talibanes en su gobierno, algo novedoso para el grupo. Es una decisión que, en caso de llegar a materializarse, provendría de un evidente desespero por garantizar que se les reconozca internacionalmente y que la asistencia financiera y la ayuda exterior continúe – aunque sea a un ritmo más lento o con un presupuesto significativamente menor.
En resumen, es muy factible que los líderes del grupo sigan con su discurso del Talibán reformado, y que se tomen su tiempo para la configuración del gobierno con la esperanza de que esto aumente la probabilidad de un reconocimiento de su legitimidad y su acceso a financiamiento. Si la comunidad internacional les cree, dependerá sobre todo de la realidad en terreno, y por ahora lo visto no inspira mucha confianza.
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