Por tanto que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aumente el salario mínimo para los trabajadores de su país, este sigue sin alcanzar. Con el anuncio del ajuste en el pago a partir de mayo no se compra un kilo de carne y menos alcanza para desayunar todo el mes.
El pago mínimo pasó de 1,8 millones de bolívares a siete millones de bolívares, lo que marca un incremento del 288,8 %. A ese valor el régimen le suma un bono de alimentación por tres millones de bolívares, para un total de diez millones de bolívares.
Esos números se traducen en un pago de US$2,5 o US$3,52 si se tiene en cuenta el subsidio, alrededor de $13.000 si lo ponemos en términos colombianos. Pero, desde la moneda que se revise, sigue siendo insuficiente para las necesidades de un hogar.
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“Al venezolano le aterra cuando anuncian un aumento en el salario mínimo porque ya la gente sabe que ese incremento luego rebrota la inflación”, detalla el economista y exdiputado, José Guerra. El Índice de Precios al Consumidor supera el 3.000 % y el régimen solo actualiza el indicador oficial de manera ocasional.
Venezuela acostumbra tener varios incrementos en el salario mínimo cada año, que son anunciados de forma esporádica y, en ocasiones, en contextos en los que es evidente la presión internacional sobre el régimen.
La de este mes no es la excepción: la Corte Penal Internacional está por definir si se declara competente para juzgar las violaciones a los Derechos Humanos que suceden en el país y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aún perfila su política hacia Venezuela.
Más allá de las cuestiones políticas, en los economistas queda el sin sabor de no conocer cómo están las cuentas del Estado para justificar los aumentos en el salario mínimo en porcentajes que, por tan elevados que sean, siguen resultando en una de las remuneraciones más bajos del mundo.
“Pareciera que la noticia se resume en los aumentos de salario, porque nadie habla del presupuesto del país. ¿Cuánto gasta Maduro en salarios y pensiones en relación a la totalidad del gasto?”, cuestiona Ronald Balza, decano de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello.
Y continúa: “El poder de compra del sueldo no alcanza para comer, entonces esa no puede ser la causa de la inflación. En gasto en bolívares que hace Maduro va a otra parte que no son los salarios y no sabemos a dónde está”.
Los organismos del Estado llevan años sin publicar datos oficiales. El último índice de remuneraciones a los trabajadores del Banco Central se documentó en 2013, mientras que las encuestas de hogares dejaron de divulgarse en 2014.
El vacío empeoró cuando en 2019 el Banco Central dejó de publicar la balanza de pagos y el Producto Interno Bruto (PIB). Pdvsa, la petrolera estatal, tampoco difunde sus cuentas desde 2016. Entonces, la noticia económica que da el régimen se reduce a los cambios de salario.
La incapacidad de suplir la canasta básica familiar persiste, por lo que los venezolanos dependen de las remesas que envían sus familiares migrantes desde el exterior, de los ahorros y el dólar del mercado negro. Otros usan plataformas digitales para comprar mercados desde el exterior para enviar comida a los hogares venezolanos.
En esas tiendas virtuales, así como en los establecimientos físicos, todo se paga en dólares: un pollo entero vale alrededor de US$5; un kilo de costillas de res, US$2,89; el paquete de Harina Pan sale por US$1,2, el kilo de arroz ronda los US$2 y un litro de aceite de maíz cuesta US$4,62. Una muestra de que el salario mínimo de US$3,52 no alcanza.
Así, el anuncio del aumento en el salario mínimo de Venezuela resulta exiguo para un país en el que el 79,3 % de los habitantes no tienen como cubrir la canasta de alimentos y el 96 % de los hogares se encuentra en situación de pobreza, según los datos de Encovi.
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