La escasez de dólares de baja denominación y el poco valor de los bolívares hacen que los comercios no tengan cómo dar devueltas.
Rosalinda Hernández llegó a una sede de Farmatodo con un billete de 20 dólares para comprar medicamentos. El precio de la factura a pagar fue de 19 dólares, pero el negocio no tenía cambio. Entonces, le entregaron 2.400 pesos colombianos y una galleta de chocolate como retorno.
En la farmacia no tenían un billete de un dólar para entregarle, mucho menos monedas de céntimos y tampoco los 3.400 pesos a los que equivale esa moneda en las transacciones de divisas callejeras. Solo quedaban dos caminos: aceptar devueltas en especie o no comprar nada.
“Aquí nadie te recibe bolívares y tampoco hay. La ventaja es que en zona de frontera el manejo del peso es fácil, pero en Caracas las cosas son mucho más complicadas”, relata Hernández desde San Cristóbal, estado Táchira.
En Venezuela el bolívar es la moneda nacional, pero sus billetes poco valen. El de más alta denominación, de un millón de bolívares, alcanza solo para un pasaje de bus o quizás una caja de huevos… Tal vez para adquirir estos últimos sean necesarios dos billetes a partir de esta semana.
La hiperinflación llevó a una dolarización forzada. Los venezolanos necesitan dólares en efectivo para las compras del día a día, pesos colombianos si están en la frontera o, si la solvencia económica lo permite, tener dinero en la cuenta bancaria.
Pero los bolívares que imprime el Banco Central no alcanzan y Venezuela no tiene una conexión directa con Estados Unidos para la entrada de dólares, por lo que la circulación de moneda se resume en las remesas, los ahorros, los pesos que entran por Colombia y los dólares del mercado negro. Y ese dinero sigue siendo poco.
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Sin efectivo que ingrese a los comercios, estos tampoco tienen cómo devolverles a sus clientes lo que les sobra por las compras, un círculo repetitivo que hace que los intercambios comerciales se estén resolviendo con galletas o improvisados bonos de un dólar, dos o tal vez cinco a cobrar en una próxima compra.
“Ese fenómeno obedece a la caótica dolarización que sufre el país producto de la hiperinflación. No hay billetes de un dólar o de cinco, menos monedas de centavos. Si se hace una compra en dólares el valor se redondea”, explica el economista y exdiputado José Guerra.
Si un producto vale 4,5 dólares, se vende en cinco dólares porque no hay cambio. Si se paga con un billete de 20 o 50 dólares, es probable que la tienda dé un bono, escrito en un papel, a lápiz, que indica cuánto le debe el establecimiento para una futura compra.
A Carmen Inojosa le entregaron en Caracas un papel rasgado en el que se lee “positivo por un dólar” como devuelta de la compra de tres empanadas y un refresco. Ese retaso de no más de diez centímetros de largo y con una mancha de grasa en la parte superior vale más que el billete de un millón de bolívares que lanzó el Banco Central.
“Esa es la manifestación más moderna de la escasez de efectivo en bolívares y en dólares. La ciudadanía tiene problemas en las operaciones de menudo de poca monta. Los vales son una forma de crédito”, expresa la directora de la consultora Síntesis Financiera.
En esa mezcla de bolívares, dólares, pesos y papelitos, a Gabriel Cabera le entregaron una moneda de un euro como devuelta en un supermercado de Maracaibo, estado Zulia. “Tuve que regresar al día siguiente a gastarlo allá, eso no me lo iban a recibir en otro lado”, dice.
Hace dos semanas Cabrera hizo un mercado con su papá. Para pagar 40 dólares presentaron un billete de 50 y no había cambio, entonces, decidieron esperar a que la tienda tuviera devuelta. Pasaron cuatro horas y el almacén solo consiguió un billete de cinco dólares; lo recibieron y el restante lo aceptaron en especie.
Un dólar equivale a poco más de 1,8 millones de bolívares, según la tasa de cambio publicada por el Banco Central de Venezuela de este martes. Una moneda necesaria, pero escasa, que evidencia el caos de la hiperinflación en ese país.
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