Un nuevo informe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF) dio cuenta de que el coronavirus llevó a la deuda mundial a un nuevo récord en 2020: US$281 billones.
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Con lo anterior, el indicador se incrementó en US$24 billones, cuando se compara con el resultado total de 2019. Los mercados maduros incrementaron su deuda a los US$205 billones, frente a los US$183 billones de 2019.
De otro lado, en el conjunto de los mercados emergentes, donde está Colombia, la deuda como proporción del PIB superó el 250 % en 2020, frente al 220 % en 2019: los mayores aumentos fueron en Brasil, Corea, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y China.
Bajo este contexto, y con relación al PIB, la deuda mundial se incrementó, en un año, 35 puntos porcentuales, por lo que ahora representa el 355 % del PIB.
Confirma el IIF que la crisis generada por el coronavirus fue entonces más compleja que la que se generó por la recesión en Estados Unidos durante 2008 y 2009.
Para ese entonces, la deuda mundial solamente tuvo una variación anual, como proporción del PIB, cercana a los 15 puntos porcentuales.
Sobre lo que se espera para 2021, el análisis de IIF también condiciona a que se cumpla con los planes de vacunación y las iniciativas que van a incrementar los ingresos fiscales. Se prevé entonces que la deuda crezca “modestamente”.
“Las limitaciones fiscales y la dificultad para acceder a las vacunas y distribuirlas podrían contribuir a una mayor presión de la deuda, especialmente en los países de bajos ingresos”, apunta el análisis.
Precisamente, de acuerdo con el análisis, estas economías alcanzaron un 105 %, como proporción del PIB, de la deuda pública, mientras en 2019 el número llegaba a tan solo el 88 %.
Por lo demás, el organismo internacional está viendo que, en 2021, “los déficits presupuestarios se mantendrán muy por encima de los niveles previos a la pandemia. Esperamos que la deuda pública mundial aumente otros US$10 billones este año y supere los US$92 billones para fines de 2021”.
El gran reto, dice el IIF, será que la presión política y social podría limitar los esfuerzos de los gobiernos para reducir los déficits y la deuda, poniendo en peligro su capacidad para hacer frente a crisis futuras.
Finalmente, el punto que preocupa al IIF es que el sector de las empresas no financieras depende cada vez más del apoyo del Gobierno, “lo que agrava las vulnerabilidades preexistentes”.
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