La inflación de Venezuela cerró 2020 en 2.959,8 %, de acuerdo con el Banco Central, el emisor de línea oficialista. Si se miran las cifras de la oposición, la Asamblea Nacional publicó un balance en el que ese indicador es de 3.478 %, es decir, 519 puntos porcentuales más.
Ambos datos dan cuenta de una misma realidad: un contexto de hiperinflación que se agrava progresivamente desde la llegada de Nicolás Maduro al poder. Los precios suben, el salario alcanza para menos y el sistema económico se hace más difícil de atajar porque los bolívares no alcanzan y el mercado se dolarizó.
En Venezuela el salario mínimo es de un dólar o menos, según el comportamiento que tenga la moneda en cada jornada. Con un dólar un ciudadano puede comprar una ahuyama, un kilo de yuca o una papaya, pero ese monto ni siquiera alcanza para otros productos básicos de la canasta familiar como un kilo de cebolla.
“La hiperinflación es la expropiación silenciosa del salario del trabajador”, sentencia desde Caracas Ángel Alvarado, quien integró la Comisión Económica de la Asamblea Nacional opositora hasta enero de 2021 y fundó el Observatorio Venezolano de Finanzas. Alvarado es una de las personas encargadas de elaborar los indicadores económicos que comparte la oposición.
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En el país hay dos referentes para las cifras del Índice de Nacional Precios al Consumidor. El Banco Central oficialista, que no comparte información actualizada, y la academia, que desde plataformas como el Observatorio publican informes con mayor periodicidad y detalle que el emisor estatal. Las cifras de la inflación marcan en miles y para a la gente de a pie esto se traduce en que ya no alcanza para mercar.
Comprar víveres sin plata
El insumo de las arepas es un buen ejemplo de la canasta familiar para mostrar ese incremento exponencial. En 2019 un kilo de harina de maíz valía 90.899 bolívares soberanos y para 2020 ese mismo producto alcanzó los 2.135.104 bolívares soberanos, más de un dólar, ergo, más de un salario mínimo.
Conforme es más difícil comprar comida, la ingesta de alimentos se transforma y por eso las pastas, el arroz y los granos están por encima de otros platos con mayor carga proteica. Sin un dinero que alcance para comprar, el 79,3% de los venezolanos no tiene como cubrir la canasta de alimentos, de cuerdo con la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi).
La inflación de Venezuela no solo impacta a las personas que aún siguen en el país, sino que genera un efecto directo en las remesas que los cerca de 5,4 millones de migrantes que han dejado su nación envían para los familiares que se quedaron.
“Mandan remesas en pesos y los pesos rinden menos por la inflación. Los pesos son los mismos, pero los bolívares son menos por la devaluación y los precios suben. Entonces, al final las personas pueden comprar menos con ese dinero”, explica José Guerra, economista, docente universitario y exdiputado.
Si se mira solo el primer mes de 2021, el Banco Central estimó que la inflación fue de 44 %, mientras el cálculo del Observatorio Venezolano de Finanzas la ubicó en 55 %. Casi el doble en tan solo 31 días, un relato que se ha repetido en Venezuela en los últimos 38 meses en los que el Índice de Nacional Precios al Consumidor supera sus propios récords.
El origen de la hiperinflación de Venezuela
Hablar con certezas de la economía venezolana es difícil: el gobierno carece de cifras oficiales, el Banco Central emite pocos comunicados y el país dejó de usar su moneda para dolarizarse, pero al tiempo Estados Unidos tiene restringidas las transacciones con ese país, por lo que las compras sí se hacen en dólares, pero en ocasiones son billetes del mercado negro.
“En Venezuela hay una emisión monetaria por parte del Banco Central para Pdvsa que nosotros desconocemos. Se contrajo la producción, se restringió la actividad privada y esto limitó las capacidades de inversión impactado la inflación. También cayeron las importaciones y terminamos en una economía de bodegones”, relata Ronald Balza, decano de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello.
A esa suma de factores Balza agrega la mala administración del Gobierno y del Banco Central que concluyeron en una moneda que poco vale y que constituye un salario que rinde menos. Este capítulo del debacle venezolano comenzó en noviembre de 2017 y sus síntomas, en lugar de mejorar o mantenerse estables, empeoran.
Esa inflación de Venezuela acelera la dolarización, pero el bolívar soberano poco o nada vale ante el dólar, dejando una señal más de la emergencia humanitaria compleja por la que pasa el país.
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