La historia de la industria aérea tiene un antes y un después de los atentados al World Trade Center, las torres gemelas de Nueva York, Estados Unidos. Ese 11 de septiembre de 2001, más recordado como el 9/11 o el 11-S cambió las disposiciones de seguridad y privacidad de las empresas del sector en el ámbito internacional.
Los atentados terroristas del 11-S, perpetrados por el grupo terrorista Al-Qaeda y su líder Osama bin Laden, apagaron la vida de 2.996 personas. Estos fueron paralelos en tres puntos del país: las torres en el corazón del centro empresarial de Nueva York, el Pentágono y Pennsylvania. (Ver más de Internacional).
Lo sucedido en la Gran Manzana dejó el saldo más catastrófico: apagó la vida de 2.996 personas y otras 25.000 resultaron heridas. Los miembros de Al-Qaeda secuestraron el vuelo 11 de American Airlines y el 175 de United Airlines para estrellarlos contra las torres sur y norte del World Trade Center.
Los terroristas también raptaron el vuelo 77 de American Airlines y lo estrellaron contra el costado oeste del pentágono y uno más, el 93 de United Airlines, fue secuestrado con la pretensión de llevarlo hasta la Casa Blanca, pero los pasajeros se enfrentaron a los raptores y este terminó cayendo sobre la comunidad de Shanksville en Pensilvania.
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Tras los atentados del 11-S el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, emprendió la invasión a Afganistán con la intensión de derrocar el terrorismo de Al-Qaeda y encontrar a Osama bin Laden, quien fue asesinado el dos de mayo de 2011, casi diez años después de los atentados.
Un nuevo concepto de seguridad
“Estos sucesos cambiaron la industria de la aeronáutica de una manera profunda, en la medida que Estados Unidos impuso nuevos estándares que debieron ser adoptados por el resto de sistema internacional”, apuntó David Castrillón, profesor investigador de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado.
Las medidas de seguridad cambiaron: antes del 11-S las familias podían caminar juntas hasta la puerta de embarque, la lista de elementos prohibidos en los equipajes de mano era corta y procedimientos como los escáneres se hacían innecesarios.
Tomar un vuelo era una cuestión que requería menos tiempo, protocolos más sencillos, y los usuarios tenían que entregar menos datos a las empresas para poder viajar. Semanas después de los atentados, Bush creó la Administración de Seguridad en el Transporte, agencia estatal que trazó nuevas directrices para garantizar la seguridad en el transporte aéreo.
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La TSA, por sus siglas en inglés, es la impulsora de las restricciones que hoy impiden que los pasajeros carguen encendedores, elementos cortopunzantes, aerosoles y hasta colchones de aire en su equipaje de mano, en un intento por restringir todo material que pueda utilizarse como un arma. Los ajustes comenzaron en Estados Unidos y se replicaron en cadena en el ámbito internacional.
Transformación empresarial
“Llega el 11-S y la industria aérea tuvo que hacer nuevas inversiones para garantizar la seguridad, lo que generó una caída en las utilidades netas de las empresas en 9,1 billones de dólares”, recuerda Alejandro Useche, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.
Los gastos para mejorar la infraestructura de seguridad, apunta Useche, llevaron a que pequeños competidores del sector desaparecieran. Ahora, solo cuatro empresas tienen una partida del 80 % del mercado aéreo de Estados Unidos: “Se formaron oligopolios”, destaca el experto.
El número de viajeros también cambió. En el 2000 Estados Unidos tuvo un promedio de 8,9 millones de viajeros, indicador que bajó hasta los ocho millones en 2002, después de los atentados terroristas contra el World Trade Center, el Pentágono y el intento de ataque a la Casa Blanca.
Esos datos del Departamento de Transporte citados por la agencia AP apuntan que el transporte aéreo se recuperó hasta llegar a los 9,6 millones en 2005, pero luego registró otra caída en el marco de la recesión económica de 2008, que llevó a que el promedio de usuarios bajara hasta los 8,5 millones.
Sin embargo, la crisis más robusta para el sector aéreo no se dio por cuenta del terrorismo, sino por la pandemia del Covid-19, que redujo el número de viajeros hasta los 5,5 millones en 2020.